El fútbol colombiano, que en algún momento fue la pasión de multitudes, ha caído en una espiral de vergüenza y desencanto. Jugadores, árbitros y dirigentes, quienes deberían representar la excelencia del deporte, han dejado mucho que desear, desviándose del camino de la profesionalidad que se espera en cada partido.
Es inaceptable seguir tolerando los horrores arbitrales, las equivocaciones absurdas, las simulaciones y las pérdidas de tiempo que han convertido cada jornada en un circo lamentable. Un ejemplo reciente, el encuentro entre Envigado y América de Cali, expuso la gravedad de la situación, con penales inventados y actos de teatro por parte de los jugadores.
Los dirigentes de la División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor, no escapan a la crítica. En lugar de amenazar con llevarse a los equipos a otras ciudades por motivos económicos o porque la gente no va a la cancha, como lo hicieron ya con Alianza Petrolera, deberían enfocarse en darle verdadero valor al deporte y mejorar la calidad del espectáculo. Su actitud mercenaria solo contribuye a alienar a una afición que ya está perdiendo interés.
La Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, ACOLFUTPRO, también debe reflexionar sobre su papel en esta crisis. Si bien es justo exigir el respeto hacia los jugadores, es igual de importante que ellos respeten el juego y valoren a la afición.
La falta de compromiso está influyendo en el interés de los patrocinadores, que pagan sumas significativas por asociarse con un espectáculo que va en declive.
Es un verdadero desatino que los aficionados tengan que desembolsar más de $30 mil pesos mensualmente para suscribirse a Win Sports y presenciar un espectáculo de baja calidad. La gente merece más, y es hora de que la Dimayor, los jugadores y todos los involucrados en el negocio del fútbol colombiano tomen medidas serias para revivir el interés y la pasión que una vez caracterizaron a nuestro deporte favorito. ¡Basta de vergüenzas, es hora de devolverle la grandeza al fútbol colombiano!
Por Félix Cristancho